viernes, 27 de abril de 2012

Necesito llorar


Siempre que estoy mal, que estoy triste, todo el mundo me dice que no llore. Pero no se dan cuenta de que eso es precisamente lo que necesito. Necesito desahogarme y sacar afuera toda esa tristeza que tengo por dentro. Sé que puede parecer un poco masoquista, pero “me gusta” llorar, porque significa que siento, que estoy viva. Y no siempre se puede ser feliz. Me gusta que las cosas me afecten. Me gusta no permanecer indiferente ante los acontecimientos de la vida. Y me gusta que me duelan las pérdidas, porque eso significa que siento y que las cosas me importan. Sé que los demás no entenderán esto, pero simplemente, a veces necesito llorar y llorar… y nada más.

Besitos de un pececillo triste :(
MiKo

jueves, 26 de abril de 2012


La mayoría de las personas entran en nuestras vidas por casualidad. Por lo general, no elegimos las personas con las que congeniamos, con las que hay algo que hace que quieras que siga ahí. No todas las personas nos marcan por igual, hay muchos factores que son circunstanciales y otros tienen que ver con la forma de ser de las personas y la forma en que nos relacionamos con ellas. Pero, aunque no podemos elegir que alguien entre en nuestra vida, sí que podemos elegir quien queremos que siga en ella y quien queremos que esté fuera. A veces no es fácil saberlo, no sabemos muy bien lo que queremos, no sabemos cómo van a ser las cosas en un futuro, ni a corto ni a largo plazo. A veces, simplemente nos dejamos llevar. Pero en determinadas ocasiones conviene poner las cosas en una balanza y decidir si las cosas positivas que nos aporta una persona compensan o superan las negativas; en caso contrario, lo más conveniente debería ser cortar la relación con esa persona. Así, desde un punto de vista sólo teórico, parece muy fácil. De hecho, cuando es otra persona la que se encuentra en una situación así, nos resulta muy sencillo aconsejarle y ver que realmente esa persona no le conviene. Pero cuando se trata de uno mismo, la cosa cambia, ya no es tan fácil darse cuenta de determinadas cosas y ver que realmente es algo que no te está haciendo bien. Y esto es porque, aunque a veces no nos demos cuenta, no nos regimos por la lógica, sino por nuestras vísceras. En muchas ocasiones, las emociones anulan por completo la capacidad de razonamiento lógico de las personas y no somos capaces de ver las cosas porque estamos dentro de una burbuja que actúa de lente y transforma nuestra percepción de la realidad. En otras ocasiones sí que somos conscientes de la situación, pero hacemos como que no porque es más fácil. Muchas veces el miedo no nos deja actuar. O quizá sea habernos acostumbrado a  una situación que nos cuesta cambiar porque no sabemos las consecuencias que va a traer.
A pesar de todo, llega un momento en que la situación no es sostenible. Los aspectos negativos, aunque es posible que no superen a los positivos, son tan fuertes que necesitas eliminarlos para poder estar bien. Es un paso difícil intentar romper los lazos que te unen con una persona y todo lo que eso conlleva. Cuesta tomar la decisión, decidir en un momento determinado que ha llegado el momento o que necesitas que las cosas cambien.  Pero también es difícil realmente ponerlo en práctica y que no se quede sólo en una intención. En muchas ocasiones hay aspectos positivos que a corto plazo van bloqueando estos intentos, pero que a largo plazo, y dejando dentro de lo posible a un lado los sentimientos, hay que apartar para continuar con tu camino. Y, una vez que has decidido sacar a una persona de tu vida y lo pones en práctica, vienen a la cabeza pensamientos de qué pasará ahora. Porque la vida sigue, eso es cierto, pero es difícil olvidar y pasar página.
Personalmente, soy una persona a la que le cuesta horrores tomar decisiones de cualquier tipo, pero en este tema mucho más aún que en cualquier otro. Aguanto y sigo aguantando, lo paso mal, sufro… y hasta que no estoy realmente mal y veo que no hay otra alternativa posible, no actúo. Porque me duele mucho. Me duele perder personas que me importan, a las que tengo cariño, personas que están en mi día a día y que me aportan muchas cosas buenas, pero que me hacen daño. Y llega un momento que no encuentro otra opción para dejar de estar mal que cortar. Reconozco que aun así lo sigo pasando mal, pero es un sacrificio necesario para seguir adelante. Incluso pienso si he hecho lo correcto, soy una persona débil y en muchas ocasiones suelo recaer, no soy capaz de mantenerme en mis decisiones porque la parte emocional es muy fuerte. Sólo que en determinadas ocasiones necesito hacer caso a mi cerebrito y, aunque me duela, actuar de forma sensata y racional.
Y por todo esto estoy aquí, pensando en las personas que han ido pasando por mi vida, en las que siguen estando y en las que no están, en las que dejaron huella y aún está presente de algún modo. Me vienen mil dudas a la cabeza, cómo serán ahora sus vidas, qué habría pasado si cierta relación no hubiese terminado, qué pensarán y sentirán en este momento… quizá aún piensen en mí, quizá ni siquiera sea un vago recuerdo. Pero ahora ya no tiene sentido pensar en esto. Las cosas ocurren, tienen consecuencias y no tiene sentido intentar cambiarlas; al menos no a largo plazo. Las cosas tienen su momento, y la posibilidad de dar marcha atrás es instantánea, tiene una caducidad muy rápida y unos requisitos demasiado exigentes.
No sé si estas palabras tienen algún sentido, pero necesito desahogarme y a estas horas creo que ésta es la única manera. Hoy pagaría por saber lo que está pensando una persona, qué hay en su cabeza, por qué se comporta como lo hace…. Y un sinfín de preguntas de las que jamás conoceré la respuesta. No me gustaría que lo estuviera pasando mal, pero sí que me eche de menos y piense en mí igual que lo hago yo (tampoco es algo que puedo elegir, simplemente es algo que me gustaría que estuviese ocurriendo).

PD: vaya parrafada he soltado, pido disculpas a los pocos masoquistas que lo hayan leído entero. nunca escribí para ser leída, escribo para mí y aún no sé por qué lo pongo aquí...

Hoy os mando muchos besitos, con más agua salada de la que ya contienen normalmente.
MiKo

jueves, 19 de abril de 2012

Miedo y Deseo

Manos que no se tocan. Labios que no se besan. Cuerpos que posiblemente nunca se juntarán. Ella le desea. Él se muere por cada curva de su cuerpo. Pero ella es caprichosa y quizá él demasiado comedido. Ella tiene miedo. Pero no soporta escuchar un NO en boca de aquel chico, de nadie en realidad. Siempre quiere aquello que sabe que no puede conseguir, que ve imposible, inalcanzable. En el momento que lo detecta, empieza su mayor interés. Hace lo que sea por conseguirlo, se muere si no lo tiene. Y por suerte, no sabría si decir que buena o mala, suele conseguir todos sus caprichos, aquellos imposibles del pasado. Y en el momento en que su antojo es satisfecho, aquello deja de tener importancia y valor para ella. Pero siempre cree que la próxima vez será diferente, que será la definitiva. En realidad nunca lo es, pero ella se olvida con facilidad. Y así, va aproximándose a su objetivo, dando pasos hacia adelante y retrocediendo en algunos momentos. Porque si él deja de mostrar interés por ella, sentirá que muere, que necesita ser la golosina que él quiera conseguir, que se vuelva loco por ella, que la desee y, sobre todo, que no tenga ojos para nadie más. Pero cuando él comienza a mostrar un creciente interés, ella se asusta. Piensa si realmente es lo que quiere, si las cosas serán como ella piensa… y tiene miedo. Miedo de no ser feliz, miedo de que la haga sufrir. Y comienza a retroceder en su camino hacia su capricho. Esto hace que él empiece a interesarse más por ella. Es un bucle sin final, que siempre suele tener el mismo final: el olvido.
Y en este camino de ensayos y errores, de acercamientos y retrocesos… ambos siguen jugando al gato y al ratón sin llegar a encontrarse nunca. Ella sueña con besarle, él con hacerle el amor. Instintos, impulsos reprimidos. Y, al final, aquello que temíamos que ocurriera termina sucediendo precisamente a causa de ese miedo.
Por todo esto, a ella le diría que dejase de pensar, que siga avanzando poco a poco en vez de correr hacia adelante y hacia atrás. Y a él le diría que hiciese caso a sus deseos, que deje de lado el miedo y la cobardía… y así la historia podrá de repetirse constantemente una vez tras otra. Porque está claro que si quieres cambiar un resultado, tienes que cambiar parte del proceso.

Hoy dejo aquí todos esos besos que no he podido dar... que se los lleve el mar.
Saludos de un pececillo privado de su libertad.
MiKo

martes, 31 de enero de 2012

Escapada imaginaria

No. Esa sensación otra vez no. Me falta el aire. No puedo respirar. Noto como mis conductos internos se cierran. Un segundo. Dos. Necesito aire. Necesito pararme, calmarme. Tranquila, deja de pensar. No pienses. Inspira. Espira. Muy bien. ¿Ves? Mucho mejor. Relájate un rato. Párate. No hagas nada. Deja la mente en blanco. Notas el aire entrar en tus pulmones. No te vas a ahogar. Cálmate. Cierra los ojos. Piensa en algo que te guste. Algo que te relaje. Algo que te haga sentir bien. Y así es como he terminado tirada en un césped infinito mirando al cielo. Al principio, me fijaba en las formas de las nubes. Es algo que siempre me ha gustado mucho. Un hipopótamo que se transforma en una bailarina, una cara que te trae infinitos recuerdos, un caballo con cuerpo de pez… es el paraíso de la imaginación y la fantasía. El sol me ciega los ojos. Y poco a poco va bajando. Se esconde entre esas nubes que miro boquiabierta, como si fuese esa niña pequeña que aún tiene un gran lugar en mi interior. Y los tonos azules se van haciendo anaranjados, rosáceos. Qué belleza. Por momentos como este merece la pena todo lo demás. Sigo tumbada, mirando el atardecer. Comprobando la inmensa gama de colores que aparecen ante mí. Y el cielo se vuelve azul. No es un azul muy oscuro. Es ese azul. Ese que me encanta. Que no se puede describir. La luna está tan llena que parece que va a explotar. Y me mira con esa cara sonriente que suele tener la luna llena. Un millón de estrellas de fondo. Las miro atontada. Busco constelaciones. ¿Esa es la osa mayor? ¿Dónde está Casiopea? Casiopea es la típica constelación que siempre que miro al cielo la busco, y si no la encuentro me la invento. Porque ver Casiopea me pone ñoña. Me hace creer en el destino. En el amor. Y sigo aquí tumbada. Empieza a hacer frío. Quizá debería irme, pero estoy tan a gusto… un ratito más y me voy. Buenas noches.

Saludos de un pez que quiere salir de su pecera.. pero que no puede.
Besitos de cristal
MiKo

domingo, 29 de enero de 2012

sensaciones

Soltadme las manos. Quitadme las cadenas que me impiden acercarme. Quiero tocarte. Sentir tu respiración en mi cara. Y seguir acercándome un poco más. Respirar más deprisa. Dejar de pensar para centrarme en mis sentidos. En ti. En mí. En nosotros. En nuestros cuerpos. Sentir el tacto de tus caricias. Que tus manos recorran toda mi piel. Estremecerme. Cerrar los ojos. Dejarme llevar. Tocarte. Dar rienda suelta a mis fantasías más escondidas. Sentirme frágil. Tu boca recorriéndome. La mía suspirando agitada. Suplicando que no me dejes. Que sigas haciéndome experimentar todas esas sensaciones. Pidiendo a gritos algo que no necesita palabras. Que me des tu amor. Que me hagas tuya. Me entrego a todo lo que pueda pasar a partir de ahora. Nuestras manos. Nuestros cuerpos. Nuestras bocas. Una mezcla de sensaciones y sentimientos. Ser consciente de que cada detalle quedará grabado a fuego en mi cabeza. Y separarnos irremediablemente. Despacio. Mirándonos con ojos de complicidad. Pensando en lo que ha pasado y sin querer que termine. Pero es inevitable que todo tenga un final. De mi boca sale un suspiro. Te abrazo. Te siento. Y quisiera que el mundo se parase en este instante.

domingo, 13 de noviembre de 2011

libérame

Impotencia y rabia… tengo mucha ira en mi interior. Si querer a alguien o que me guste alguien me produce esos sentimientos, creo que algo no va bien. Respiro hondo. Me calmo. Consigo tranquilizarme. Pero no dura mucho. Siempre habrá algo que me recuerde que te odio. No, no me he vuelto loca. No soporto tu forma de ser. Y sin embargo, al rato lo olvido y vuelvo a pensar que te quiero. Lo pienso la mayoría del tiempo. Te odio. Te quiero. No me gusta esta situación. No me gusta que provoques siempre esta situación. Quiero que me resultes indiferente. Quiero que termines con esto de una vez. Y para eso, sólo hay un camino. No puedo hacerlo yo sola, necesito tu parte. Necesito que me digas una frase. Sólo es una frase, no pido tanto. Y después de eso, creo que al fin los dos podremos ser felices.

jueves, 3 de noviembre de 2011

mi mejor aliada

Como todas las mañanas, abro los ojos.  Sólo es una mañana más, como todas. Exactamente igual que todas. Suena el despertador y maldigo por cualquier cosa. Le reprocho a mi yo del pasado ese “por acostarme media hora más tarde no pasa nada”. Maldigo a esa persona que no me deja entrar en la ducha. Odio ese lado vacío de la cama, o quizá odio tener una cama tan grande. Una mañana más: sola y oscura. Enciendo la luz. Poco a poco desaparece ese odio interior que parece que me invade, esa amargura que me corroe por dentro. Pero sigo dándole vueltas a cientos de cosas por las que quejarme o por las que odiar el mundo.  Esas mañanas pesimistas, sin esperanza. Parece que me hubiese hundido en un bache del camino de mi vida, un bache del tamaño de un elefante. Estoy a gusto en mi bache. Es amplio, tranquilo, no hay nadie que me moleste, estoy protegida… estoy a salvo. Sin embargo, quizá todo eso sea precisamente lo malo. No tener a alguien que me abrace en este momento, justo en ese momento en el que un abrazo lo cambia todo, en el que esa nube que se adueña de mi cerebro se cubre de un sol radiante. No hay nadie y eso puede ser peligroso,  deprimente e incluso matador. Ese refugio, esa casa en la que te sientes tan bien… es sólo una zanja que te impide ver otras alternativas, caminos con florecillas, animalitos y arcoíris. Pero en estos momentos, a primera hora de la mañana, no tengo las ganas suficientes de saltar para salir de mu bache, no hay nada que me mueva a hacerlo. Lo único que consigo, después de un rato debatiendo conmigo misma, es dar un salto y salir de la cama (ya es un paso). Y, por supuesto, lo primero que hago, es mirarme al espejo. En este momento, todo lo que he dicho anteriormente se va al traste. He dicho que todas las mañanas eran iguales, pero llegados a este punto aparece un pequeño paréntesis, en el que a veces se introducen pequeñas variaciones.  Pequeñas por decir algo. Más bien dos opciones radicalmente opuestas. Una pequeña diferencia que va desde “quién es ese monstruo que me mira con ojos legañosos” hasta “que buena estoy y qué poco me lo digo”. Pero dejando de lado eso… la mañana continua siendo esa mañana típica de todos los días. Con el espejo delante, ya sea en versión bruja o princesa,  sonrío. Y en este momento es cuando todo… TODO cambia. Esa sonrisa me ilumina más que cien bombillas. Me hace darme cuenta de que estoy aquí, de que puedo ser feliz si quiero (la vida es maravillosa y todas esas cosas) y sobre todo, de que todo es cuestión de perspectiva. Y con esa sonrisa, mi mayor aliada, me enfrento al nuevo día. Salgo a la calle y camino con la cabeza muy alta, como si la sonrisa tirase de ella, como si se me fuese a salir de la cara. Yo me siento mejor y los demás también, eso se nota. Cuando sonríes, la gente te mira por la calle y se sorprende. Algunos te miran extrañados y sonríen también. Otros te saludan. Y a estas alturas de la mañana, cuando no hace ni media hora que salté de mi cama, mi ego ya está volando más allá de Plutón.
Mataría a todo y todos los que me impiden tener a mi sonrisa, porque con ella todo es más fácil, todo es mejor. Ojala todos los días, al meterme en la cama, siguiese teniendo esa sonrisota enorme pintada en mi cara. Pero otro día hablaré de mis compañeras de cama al acostarme: las lágrimas.

Besitos para todos con una gran sonrisa en mi preciosa cara :D
MiKo