La mayoría
de las personas entran en nuestras vidas por casualidad. Por lo general, no
elegimos las personas con las que congeniamos, con las que hay algo que hace
que quieras que siga ahí. No todas las personas nos marcan por igual, hay
muchos factores que son circunstanciales y otros tienen que ver con la forma de
ser de las personas y la forma en que nos relacionamos con ellas. Pero, aunque
no podemos elegir que alguien entre en nuestra vida, sí que podemos elegir
quien queremos que siga en ella y quien queremos que esté fuera. A veces no es
fácil saberlo, no sabemos muy bien lo que queremos, no sabemos cómo van a ser
las cosas en un futuro, ni a corto ni a largo plazo. A veces, simplemente nos
dejamos llevar. Pero en determinadas ocasiones conviene poner las cosas en una
balanza y decidir si las cosas positivas que nos aporta una persona compensan o
superan las negativas; en caso contrario, lo más conveniente debería ser cortar
la relación con esa persona. Así, desde un punto de vista sólo teórico, parece
muy fácil. De hecho, cuando es otra persona la que se encuentra en una
situación así, nos resulta muy sencillo aconsejarle y ver que realmente esa persona
no le conviene. Pero cuando se trata de uno mismo, la cosa cambia, ya no es tan
fácil darse cuenta de determinadas cosas y ver que realmente es algo que no te
está haciendo bien. Y esto es porque, aunque a veces no nos demos cuenta, no
nos regimos por la lógica, sino por nuestras vísceras. En muchas ocasiones, las
emociones anulan por completo la capacidad de razonamiento lógico de las
personas y no somos capaces de ver las cosas porque estamos dentro de una burbuja
que actúa de lente y transforma nuestra percepción de la realidad. En otras
ocasiones sí que somos conscientes de la situación, pero hacemos como que no
porque es más fácil. Muchas veces el miedo no nos deja actuar. O quizá sea
habernos acostumbrado a una situación
que nos cuesta cambiar porque no sabemos las consecuencias que va a traer.
A pesar
de todo, llega un momento en que la situación no es sostenible. Los aspectos
negativos, aunque es posible que no superen a los positivos, son tan fuertes
que necesitas eliminarlos para poder estar bien. Es un paso difícil intentar
romper los lazos que te unen con una persona y todo lo que eso conlleva. Cuesta
tomar la decisión, decidir en un momento determinado que ha llegado el momento
o que necesitas que las cosas cambien. Pero
también es difícil realmente ponerlo en práctica y que no se quede sólo en una
intención. En muchas ocasiones hay aspectos positivos que a corto plazo van
bloqueando estos intentos, pero que a largo plazo, y dejando dentro de lo
posible a un lado los sentimientos, hay que apartar para continuar con tu
camino. Y, una vez que has decidido sacar a una persona de tu vida y lo pones
en práctica, vienen a la cabeza pensamientos de qué pasará ahora. Porque la
vida sigue, eso es cierto, pero es difícil olvidar y pasar página.
Personalmente,
soy una persona a la que le cuesta horrores tomar decisiones de cualquier tipo,
pero en este tema mucho más aún que en cualquier otro. Aguanto y sigo
aguantando, lo paso mal, sufro… y hasta que no estoy realmente mal y veo que no
hay otra alternativa posible, no actúo. Porque me duele mucho. Me duele perder
personas que me importan, a las que tengo cariño, personas que están en mi día
a día y que me aportan muchas cosas buenas, pero que me hacen daño. Y llega un
momento que no encuentro otra opción para dejar de estar mal que cortar. Reconozco
que aun así lo sigo pasando mal, pero es un sacrificio necesario para seguir
adelante. Incluso pienso si he hecho lo correcto, soy una persona débil y en
muchas ocasiones suelo recaer, no soy capaz de mantenerme en mis decisiones
porque la parte emocional es muy fuerte. Sólo que en determinadas ocasiones
necesito hacer caso a mi cerebrito y, aunque me duela, actuar de forma sensata
y racional.
Y por
todo esto estoy aquí, pensando en las personas que han ido pasando por mi vida,
en las que siguen estando y en las que no están, en las que dejaron huella y
aún está presente de algún modo. Me vienen mil dudas a la cabeza, cómo serán
ahora sus vidas, qué habría pasado si cierta relación no hubiese terminado, qué
pensarán y sentirán en este momento… quizá aún piensen en mí, quizá ni siquiera
sea un vago recuerdo. Pero ahora ya no tiene sentido pensar en esto. Las cosas
ocurren, tienen consecuencias y no tiene sentido intentar cambiarlas; al menos
no a largo plazo. Las cosas tienen su momento, y la posibilidad de dar marcha
atrás es instantánea, tiene una caducidad muy rápida y unos requisitos
demasiado exigentes.
No sé si
estas palabras tienen algún sentido, pero necesito desahogarme y a estas horas
creo que ésta es la única manera. Hoy pagaría por saber lo que está pensando
una persona, qué hay en su cabeza, por qué se comporta como lo hace…. Y un sinfín
de preguntas de las que jamás conoceré la respuesta. No me gustaría que lo
estuviera pasando mal, pero sí que me eche de menos y piense en mí igual que lo
hago yo (tampoco es algo que puedo elegir, simplemente es algo que me gustaría
que estuviese ocurriendo).
PD: vaya parrafada he soltado, pido disculpas a los pocos masoquistas que lo hayan leído entero. nunca escribí para ser leída, escribo para mí y aún no sé por qué lo pongo aquí...
Hoy os
mando muchos besitos, con más agua salada de la que ya contienen normalmente.
MiKo