viernes, 4 de febrero de 2011

Mi amiga “la lagarta”

Yo, que siempre me he caracterizado por ser una persona súper limpia y ordenada, siempre tengo la habitación perfecta y brillante, sin una mota de polvo ni un trasto por el suelo... de hecho, jamás me ha pasado eso de no encontrar algo, siempre tengo todo tan en su sitio que nunca he considerado la posibilidad de tener el armario vacío porque toda mi ropa resida en la silla o en la cama, dependiendo de dónde esté situada yo...

Bueno, pues un buen día, estaba en la postura más sana con mi portátil, es decir, tirada en la cama de cualquier manera, y con la luz apagada... en plan súper tranquila y en mi mundo, como siempre, cuando de repente vi como una sombra en la pared, en esa esquina entre el techo y dos paredes... y pensé: vaya, que mancha más rara hay ahí... ¿será una pelusa?¿ Será una telaraña? (sí, lo sé, súper raro que ese tipo de compañías estén en un hábitat tan limpio y pulcro como el mío, pero tenía que barajar todas las opciones). A pesar de la pereza, me levanté movida por mi curiosidad para descubrir que aquello era... Trrrrrrr (no me sale la onomatopeya del redoble de tambores, pero os hacéis una idea, ¿no? Jeje) ¡¡ una lagartija!! Bueno, no, un lagartijón, ¡¡vaya tamaño, señores!! Lo primero que se me paso por la cabeza, no sé si antes o después del terrible grito que solté (del cual mis vecinos se seguirán acordando porque eran más o menos las 2 de la mañana), fue en irme de casa, por la puerta o por la ventana, me daba igual...  no sé qué era más fuerte, el sentimiento de asco, el de miedo, el de incertidumbre o el de descontrol... ¿qué hago yo ahora? Y sobre todo: ¿cómo narices ha entrado este pedazo de bicho en mi habitación? ¿Cuánto tiempo lleva cohabitando conmigo? Mierda, mierda, ¡¡qué hago!! La opción más fácil era coger una de las 6-8 zapatillas/zapatos que había tiradas en el suelo y matarla... pero claro, si esa opción fallaba cabía la posibilidad de que cayese al suelo y echase a corretear por ahí, al menos así la tenía localizada... ais, me daba demasiada grima pensar en el hecho de matarla, pero verla ahí no me producía ninguna tranquilidad, así que cogí lo primero que pillé, que ni me acuerdo de qué era... y sin ninguna contemplación empecé a darle zapatazos al bicho aquel, sin pena ni piedad, le di como veinte golpes para asegurarme de que de ninguna de las maneras esa cosa seguía acompañándome en la oscura noche. Cogí al asqueroso bicho y lo envolví en papeles, bolsas, y no sé que más, por si tenía alguna posibilidad de estar viva, que no pudiera venir a mí de nuevo. Me metí otra vez en la cama, tan feliz, miré a la zona aquella y entonces vi... ¡¡oh, pero qué asco!!, toda la marca de la sangre de la bicha esta, ¿pero es que no me va a dejar vivir feliz ni siquiera estando muerta? En fin, será mejor no mirar... Pero es inevitable, la vista se me iba hacia allá cada dos por tres, así que lo tapé con algo, aunque no recuerdo bien cómo. Esa noche lo pasé fatal, no me atreví a poner un pie en el suelo por si había algún bicho más.

Moraleja: no dejes mucho tiempo abierta la ventana/terraza en una habitación con migas, restos de comida o que hace 2 meses que no limpias, si no quieres encontrarte sorpresas de este tipo.

Sin más, y un poco asqueada, me despido.
Besitos de peza
MiKo

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