martes, 8 de febrero de 2011

Ralladas a media noche

Hay mucha gente que compara la vida con un camino. Pues bien, yo aquel día caminaba cabizbaja, sin fijarme en las señales que me indicaban el camino que debía seguir. A mi paso por ese sendero, me cruzaba con personas a las que no era capaz de dedicar ni un segundo de mi tiempo, ni una mirada, ni una sonrisa, ni mucho menos una palabra, pasan desapercibidas, como si formasen parte del paisaje. Seguí caminando, sin rumbo fijo, con demasiadas ideas en la cabeza que me impedían pensar con claridad. Me daba igual pisar tierra que hierba, mancharme de barros los zapatos nuevos. A los pocos minutos de caminar, comenzó a caer una lluvia torrencial, fue entonces cuando me detuve a disfrutar de ese momento mágico. Porque sólo hay dos cosas que me gusten tanto como los días de sol radiante: que llueva cuando estoy triste y el viento en la cara. Y en ese momento podía sentir un poco de cada cosa: la lluvia resbalaba por mi frente, cayendo por mis mejillas, confundiéndose con las leves lágrimas que salían de mis ojos. El viento golpeaba fuertemente mi rostro, cambiando el rumbo de aquellas gotas, despeinando mi ya alborotada melena. El sol dañaba mis ojos, impidiéndome abrirlos completamente, precisamente en ese momento, en el que más ganas tenía de contemplar todo lo que había a mi alrededor: aquel paisaje, tan hermoso como desconocido, aquellas personas que, como yo, caminaban. Caminaban de diferentes maneras, con diferentes objetivos, pero al fin y al cabo, por el mismo camino. Y en ese momento me fijé que hay personas que caminan con prisa, sin detenerse en ningún momento, sin disfrutar, sin compartir, sólo hacen que el tiempo pase y pase sin ningún contenido. Hay personas que caminan lentamente, disfrutando a cada paso, aprovechando ese segundo que jamás se volverá a repetir, intercambiando sonrisas y miradas con aquellas personas que se molestan en levantar la vista del suelo y devolverles el gesto. Me gusta pensar que, a pesar de todo, yo soy este tipo de persona, observadora, agradecida, consciente de todo lo que le rodea, de todo lo bueno que hay detrás del pesimismo de las primeras impresiones. Seguí caminando con los pies empapados, con frío pero con una enorme alegría. ¿Cómo puede ser que mi estado cambie de una forma tan radical tan sólo en unos segundos? El camino es largo, en algunos tramos será duro, pero siempre hay parques y colinas donde sentarse a descansar, donde tumbarse a echar una siesta con vistas a un cielo azul, repleto de esas nubes de algodón, perfectas, que disparan la imaginación como si de un cohete se tratara. Es posible que nos encontremos piedras, que tropecemos, que caigamos, pero hay que tener la esperanza de que habrá alguien que nos ayude a levantar, o la fuerza suficiente como para continuar, a pesar de las heridas y el dolor, porque más adelante, quizá unos pocos pasos más adelante, habrá merecido la pena un poquito de sufrimiento, sólo por llegar a ese momento, a ese instante concreto en que todo puede cambiar, en que una historia puede comenzar, en que te das cuenta de que tomaste el desvío adecuado. Pero lo más importante, es no intentar darse la vuelta a mitad del camino, no retroceder, no huir... porque este camino no tiene retorno, porque las huellas se marcan a fuego en la tierra o en la roca que pises, y no sólo eso, las huellas de otras personas también pueden quedarse marcadas, porque hay tramos del camino que son nuestros y sólo nuestros, propios, personales, pero a veces, es mucho más fácil caminar con alguien al lado, aunque sólo sea por el mero hecho de sentir compañía, comprensión e incluso a veces afecto, o quizá otras solamente la presencia de alguien más.
Aunque a veces sea difícil, aunque haya cruces en los que no sé qué camino tomar, aunque el camino sea duro... me alegro de estar en él, y me alegro de que gente como tú, esté en él conmigo, aunque sea sólo durante un pequeño tramo. Gracias a todos aquellos que en algún momento caminaron a mi lado.

Vale, me doy cuenta de que a estas horas no debería escribir, porque me salen unas cosas un poco raras... quizá demasiado cursis, o rallantes... pero bueno, a veces hay que dejar salir lo que tenemos dentro sin buscarle una explicación.
Un besito, y buenas noches
MiKo

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