miércoles, 23 de febrero de 2011

Rutina

Hoy he abierto los ojos. Un día más. Otro día como tantos. La rutina resquebraja mis ideas, me resbala por las venas y recorre todo mi cuerpo, contaminando cada rincón que va encontrando a su paso. Todos los días las mismas cosas, las mismas historias, las mismas personas. Siempre el mismo patrón, del que aunque quisiera no podría ya apartarme, me tiene absorbida, me ha robado las ganas de innovar, de variar, de probar cosas nuevas o simplemente de hacer cosas.

Día estándar que se basa en despertarme, con la misma melodía de fondo cada mañana, vestirme a las carreras, ir por la calle medio zombi esquivando a las personas que encuentro a mi paso, con la música lo más alto posible escuchando una y otra vez, día tras día, las mismas canciones. Correr para ver si el conductor se apiada de mí y espera medio minuto a que llegue corriendo y no tener que esperar 5 minutos al siguiente. Montar en el metro, aplastada por cientos de personas sin identidad, sin nombre, anónimas, como yo, cada uno con sus historias propias, pero sin tiempo de preocuparse por el de tu lado. Coger otro autobús, llegar a clase y entrar inmediatamente en mi mundo, ponerme a pensar qué me encantaría estar haciendo en ese momento o con quién, salir volando por ese enorme ventanal y apoderarme del mundo desde lo alto, verlo todo desde una perspectiva diferente, contemplar la belleza de aquellas cosas a las que nunca le prestaste atención y en las que no perderías ni un minuto de tu tiempo, buscar desde ahí arriba a la persona en que estés pensando en ese momento y poder saber lo que está haciendo, te sientes poderoso. Pero a la vez, estás ahí, sentado, escribiendo letras, palabras, frases en un folio, con más o menos consciencia de qué es lo que estás escribiendo, quizá sea algo interesante, ya lo descubriré cuando tenga que transcribirlo, porque cuando tenga que estudiarlo lo odiaré con demasiada intensidad. Pasan las horas y todo sigue monótono, pero jamás aburrido. El aburrimiento no depende de la situación ni del mundo exterior, sino de uno mismo. Y yo, personalmente, me niego a aburrirme, ¡¡NUNCA!! Mi cerebro es demasiado poderoso como para permitirlo, siempre se dedica a pensar cosas absurdas que guarden la mínima relación con algo de lo que estoy escuchando, viendo, recordando, soñando... y mi boca, que es más rápida que él siempre se dedicará a decir cosas fuera de lo común por si acaso la persona que está a mi lado no tiene el suficiente ingenio o interés para no aburrirse.
 Se acaba la mañana, y vuelta a casa, con mejor humor, con mayor atención. Mismo trayecto, misma música, pero ahora voy motivada, con una gran sonrisa pintada en la cara (es mi mejor arma) y cantando de vez en cuando más alto de lo que creo, pero sin importarme. Me siento bien, estoy contenta, ¿por qué no mostrarlo a los demás? ¿Por qué no contagiarles en la medida de lo posible la alegría que tengo en mi interior?

Tampoco está tan mal la rutina, ¿no? Es cuestión de darle un enfoque personal, diferente, hacer que cada día sea único, aunque aparentemente sea igual que el anterior.
Y otra de mis rutinas desde hace no mucho tiempo es contaros mi vida, cosas que dudo que os importen pero que a mí me desahogan, me descargan y me hacen pensar un poquito, que de vez en cuando no viene mal.

Y hoy, como cada día, os mando un besito enorme para el que lo quiera (nunca lo había pensado así, pero mis besos son como las lentejas, y eso no es bueno porque a muchas personas no les gustan las lentejas... menos mal que mis besos son mucho más dulces).

MiKo

No hay comentarios:

Publicar un comentario