domingo, 13 de noviembre de 2011

libérame

Impotencia y rabia… tengo mucha ira en mi interior. Si querer a alguien o que me guste alguien me produce esos sentimientos, creo que algo no va bien. Respiro hondo. Me calmo. Consigo tranquilizarme. Pero no dura mucho. Siempre habrá algo que me recuerde que te odio. No, no me he vuelto loca. No soporto tu forma de ser. Y sin embargo, al rato lo olvido y vuelvo a pensar que te quiero. Lo pienso la mayoría del tiempo. Te odio. Te quiero. No me gusta esta situación. No me gusta que provoques siempre esta situación. Quiero que me resultes indiferente. Quiero que termines con esto de una vez. Y para eso, sólo hay un camino. No puedo hacerlo yo sola, necesito tu parte. Necesito que me digas una frase. Sólo es una frase, no pido tanto. Y después de eso, creo que al fin los dos podremos ser felices.

jueves, 3 de noviembre de 2011

mi mejor aliada

Como todas las mañanas, abro los ojos.  Sólo es una mañana más, como todas. Exactamente igual que todas. Suena el despertador y maldigo por cualquier cosa. Le reprocho a mi yo del pasado ese “por acostarme media hora más tarde no pasa nada”. Maldigo a esa persona que no me deja entrar en la ducha. Odio ese lado vacío de la cama, o quizá odio tener una cama tan grande. Una mañana más: sola y oscura. Enciendo la luz. Poco a poco desaparece ese odio interior que parece que me invade, esa amargura que me corroe por dentro. Pero sigo dándole vueltas a cientos de cosas por las que quejarme o por las que odiar el mundo.  Esas mañanas pesimistas, sin esperanza. Parece que me hubiese hundido en un bache del camino de mi vida, un bache del tamaño de un elefante. Estoy a gusto en mi bache. Es amplio, tranquilo, no hay nadie que me moleste, estoy protegida… estoy a salvo. Sin embargo, quizá todo eso sea precisamente lo malo. No tener a alguien que me abrace en este momento, justo en ese momento en el que un abrazo lo cambia todo, en el que esa nube que se adueña de mi cerebro se cubre de un sol radiante. No hay nadie y eso puede ser peligroso,  deprimente e incluso matador. Ese refugio, esa casa en la que te sientes tan bien… es sólo una zanja que te impide ver otras alternativas, caminos con florecillas, animalitos y arcoíris. Pero en estos momentos, a primera hora de la mañana, no tengo las ganas suficientes de saltar para salir de mu bache, no hay nada que me mueva a hacerlo. Lo único que consigo, después de un rato debatiendo conmigo misma, es dar un salto y salir de la cama (ya es un paso). Y, por supuesto, lo primero que hago, es mirarme al espejo. En este momento, todo lo que he dicho anteriormente se va al traste. He dicho que todas las mañanas eran iguales, pero llegados a este punto aparece un pequeño paréntesis, en el que a veces se introducen pequeñas variaciones.  Pequeñas por decir algo. Más bien dos opciones radicalmente opuestas. Una pequeña diferencia que va desde “quién es ese monstruo que me mira con ojos legañosos” hasta “que buena estoy y qué poco me lo digo”. Pero dejando de lado eso… la mañana continua siendo esa mañana típica de todos los días. Con el espejo delante, ya sea en versión bruja o princesa,  sonrío. Y en este momento es cuando todo… TODO cambia. Esa sonrisa me ilumina más que cien bombillas. Me hace darme cuenta de que estoy aquí, de que puedo ser feliz si quiero (la vida es maravillosa y todas esas cosas) y sobre todo, de que todo es cuestión de perspectiva. Y con esa sonrisa, mi mayor aliada, me enfrento al nuevo día. Salgo a la calle y camino con la cabeza muy alta, como si la sonrisa tirase de ella, como si se me fuese a salir de la cara. Yo me siento mejor y los demás también, eso se nota. Cuando sonríes, la gente te mira por la calle y se sorprende. Algunos te miran extrañados y sonríen también. Otros te saludan. Y a estas alturas de la mañana, cuando no hace ni media hora que salté de mi cama, mi ego ya está volando más allá de Plutón.
Mataría a todo y todos los que me impiden tener a mi sonrisa, porque con ella todo es más fácil, todo es mejor. Ojala todos los días, al meterme en la cama, siguiese teniendo esa sonrisota enorme pintada en mi cara. Pero otro día hablaré de mis compañeras de cama al acostarme: las lágrimas.

Besitos para todos con una gran sonrisa en mi preciosa cara :D
MiKo