jueves, 26 de abril de 2012


La mayoría de las personas entran en nuestras vidas por casualidad. Por lo general, no elegimos las personas con las que congeniamos, con las que hay algo que hace que quieras que siga ahí. No todas las personas nos marcan por igual, hay muchos factores que son circunstanciales y otros tienen que ver con la forma de ser de las personas y la forma en que nos relacionamos con ellas. Pero, aunque no podemos elegir que alguien entre en nuestra vida, sí que podemos elegir quien queremos que siga en ella y quien queremos que esté fuera. A veces no es fácil saberlo, no sabemos muy bien lo que queremos, no sabemos cómo van a ser las cosas en un futuro, ni a corto ni a largo plazo. A veces, simplemente nos dejamos llevar. Pero en determinadas ocasiones conviene poner las cosas en una balanza y decidir si las cosas positivas que nos aporta una persona compensan o superan las negativas; en caso contrario, lo más conveniente debería ser cortar la relación con esa persona. Así, desde un punto de vista sólo teórico, parece muy fácil. De hecho, cuando es otra persona la que se encuentra en una situación así, nos resulta muy sencillo aconsejarle y ver que realmente esa persona no le conviene. Pero cuando se trata de uno mismo, la cosa cambia, ya no es tan fácil darse cuenta de determinadas cosas y ver que realmente es algo que no te está haciendo bien. Y esto es porque, aunque a veces no nos demos cuenta, no nos regimos por la lógica, sino por nuestras vísceras. En muchas ocasiones, las emociones anulan por completo la capacidad de razonamiento lógico de las personas y no somos capaces de ver las cosas porque estamos dentro de una burbuja que actúa de lente y transforma nuestra percepción de la realidad. En otras ocasiones sí que somos conscientes de la situación, pero hacemos como que no porque es más fácil. Muchas veces el miedo no nos deja actuar. O quizá sea habernos acostumbrado a  una situación que nos cuesta cambiar porque no sabemos las consecuencias que va a traer.
A pesar de todo, llega un momento en que la situación no es sostenible. Los aspectos negativos, aunque es posible que no superen a los positivos, son tan fuertes que necesitas eliminarlos para poder estar bien. Es un paso difícil intentar romper los lazos que te unen con una persona y todo lo que eso conlleva. Cuesta tomar la decisión, decidir en un momento determinado que ha llegado el momento o que necesitas que las cosas cambien.  Pero también es difícil realmente ponerlo en práctica y que no se quede sólo en una intención. En muchas ocasiones hay aspectos positivos que a corto plazo van bloqueando estos intentos, pero que a largo plazo, y dejando dentro de lo posible a un lado los sentimientos, hay que apartar para continuar con tu camino. Y, una vez que has decidido sacar a una persona de tu vida y lo pones en práctica, vienen a la cabeza pensamientos de qué pasará ahora. Porque la vida sigue, eso es cierto, pero es difícil olvidar y pasar página.
Personalmente, soy una persona a la que le cuesta horrores tomar decisiones de cualquier tipo, pero en este tema mucho más aún que en cualquier otro. Aguanto y sigo aguantando, lo paso mal, sufro… y hasta que no estoy realmente mal y veo que no hay otra alternativa posible, no actúo. Porque me duele mucho. Me duele perder personas que me importan, a las que tengo cariño, personas que están en mi día a día y que me aportan muchas cosas buenas, pero que me hacen daño. Y llega un momento que no encuentro otra opción para dejar de estar mal que cortar. Reconozco que aun así lo sigo pasando mal, pero es un sacrificio necesario para seguir adelante. Incluso pienso si he hecho lo correcto, soy una persona débil y en muchas ocasiones suelo recaer, no soy capaz de mantenerme en mis decisiones porque la parte emocional es muy fuerte. Sólo que en determinadas ocasiones necesito hacer caso a mi cerebrito y, aunque me duela, actuar de forma sensata y racional.
Y por todo esto estoy aquí, pensando en las personas que han ido pasando por mi vida, en las que siguen estando y en las que no están, en las que dejaron huella y aún está presente de algún modo. Me vienen mil dudas a la cabeza, cómo serán ahora sus vidas, qué habría pasado si cierta relación no hubiese terminado, qué pensarán y sentirán en este momento… quizá aún piensen en mí, quizá ni siquiera sea un vago recuerdo. Pero ahora ya no tiene sentido pensar en esto. Las cosas ocurren, tienen consecuencias y no tiene sentido intentar cambiarlas; al menos no a largo plazo. Las cosas tienen su momento, y la posibilidad de dar marcha atrás es instantánea, tiene una caducidad muy rápida y unos requisitos demasiado exigentes.
No sé si estas palabras tienen algún sentido, pero necesito desahogarme y a estas horas creo que ésta es la única manera. Hoy pagaría por saber lo que está pensando una persona, qué hay en su cabeza, por qué se comporta como lo hace…. Y un sinfín de preguntas de las que jamás conoceré la respuesta. No me gustaría que lo estuviera pasando mal, pero sí que me eche de menos y piense en mí igual que lo hago yo (tampoco es algo que puedo elegir, simplemente es algo que me gustaría que estuviese ocurriendo).

PD: vaya parrafada he soltado, pido disculpas a los pocos masoquistas que lo hayan leído entero. nunca escribí para ser leída, escribo para mí y aún no sé por qué lo pongo aquí...

Hoy os mando muchos besitos, con más agua salada de la que ya contienen normalmente.
MiKo

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