viernes, 25 de febrero de 2011

Melancolía

En un día de esos en que se te cae el mundo encima y sientes que no puedes más, me encanta ir a ese sitio, ese lugar que sólo con pensar en él mi cabeza empieza a funcionar, a buscar cosas en su interior que normalmente están demasiado escondidas como para acordarse de  ellas. La melancolía me desborda, es como si el tiempo se detuviera, el presente deja de tener importancia, deja de existir y te adentras en el pasado, un mundo un poco distorsionado y nublado al que me gusta acudir de vez en cuando aunque no sea el lugar más feliz del mundo. Y empiezo a recordar todas esas cosas que me hirieron y me hicieron tan feliz. Están tan alejadas que aunque las recuerde con todo detalle ya no me afectan, sólo me producen algo de pena por haberse terminado, alegría por haberlo vivido y poderlo recordar y también algo de duda y tristeza pensando si actué como debía o cómo sería todo ahora si hubiese hecho las cosas de otra forma. Y entonces llega la parte menos divertida, esos recuerdos que están demasiado cercanos y nítidos, grabados en tu mente y que piensas que jamás podrás borrar, que te seguirán para siempre. Y sólo el hecho de recordar esos momentos, todo lo que hiciste mal, todo lo que perdiste y todas las lágrimas derramadas (que no fueron pocas) te cambian por completo, te hacen seguir con la duda de qué estará pasando o si hay alguna minúscula posibilidad de que las cosas vuelvan a ser como eran, borrar todo lo que ha ocurrido en el último año y volver a ese día en que la cagaste y a partir del cual nada volvería a ser igual. Una lágrima empieza a resbalar por mis mejillas, y poco a poco es acompañada por unas cuantas más. No me preocupa, a veces me gusta llorar, me hace sentir viva, tener sentimientos y no ser como una roca puesta en mitad del camino. Además, llorar en aquel sitio ya se ha convertido en una costumbre, cuando presiento que me voy a poner triste siempre me apetece salir de casa, dar un paseo y observar aquella superficie de agua. A veces cierro los ojos y pienso que estoy en una playa, sola, descalza, sintiendo la arena en los pies y la brisa en mi cara. Es una pena no vivir en la costa, me pasaría la vida entera en la playa, mirando al mar, pensando, soñando, imaginando... sería tan feliz, vería todos los días al sol escondiéndose tras esa cortina azul, no puedo imaginar una escena más bonita. Pero bueno, con mi imaginación no me hace falta vivir en un sitio así para ver cosas bonitas, me voy al sitio más parecido que conozco, mi refugio particular, y allí todo lo que yo quiera puede ser posible, al menos dentro de mi cabeza. Me encanta poder decir que existe un sitio así, siempre quise un sitio al que poder ir en esos momentos en los que lo único que te apetece es estar sola y llorar, poder desahogarte. Al fin puedo decir: eres mi rincón favorito de Madrid.


Ale, ya está bien de ponerme tristona por hoy.

Hoy os mando besitos salados, sacados del mar.

MiKo

No hay comentarios:

Publicar un comentario